Diego Perez, músico y productor chaqueño nos cuenta que lo digital es solo una herramienta. Su proyecto Nación Ekeko pone la electrónica al servicio de las comunidades y de una identidad latinoamericana.
Por Oke Sanuy
“Yo soy chaqueño, nacido en Resistencia. Empecé con la música a los siete años y ya de adolescente tenía bandas de rock. A los dieciocho me vine a Córdoba a estudiar Composición Musical en la universidad, y ahí empecé a trabajar con la computadora y la música electrónica”, recuerda Diego Pérez, músico, compositor y productor detrás de Nación Ekeko.
En Córdoba formó junto a Charo Bogarín la banda Tonolec, con la que recorrió escenarios internacionales. “Nos pasó algo muy loco: ganamos un concurso de MTV y terminamos tocando en Europa sin pasar por Buenos Aires. Ese viaje me hizo un clic: me di cuenta de que no estaba mostrando nada del lugar de donde venía, del Chaco”.
Esa crisis lo llevó a indagar en músicas originarias: “Con Tonolec empezamos a conectarnos con lo Qom, con lo Guaraní. Fue una búsqueda de identidad, de un sonido que nos represente como argentinos y latinoamericanos”.
En 2013 sintió la necesidad de abrir más el juego. “Quería ir hacia una música más percusiva, que invite a la danza y que abrace a los pueblos originarios de toda Latinoamérica. Sentía que éramos una gran nación, más allá de las fronteras. Ahí nace Nación Ekeko como proyecto solista”.
Desde entonces grabó varios discos: La Danza (2015), Caminos (2018), Qomunidad (2021) y el más reciente Gran Espíritu (2024).
“Para mí hacer un disco es entrar en un proceso personal. Es una crisis autoinfligida: mirarse al espejo, hacerse preguntas, encontrar algunas respuestas. Cada disco me deja algo musical, pero sobre todo un aprendizaje humano”.
“Más que resistencia, lo que hago es reconexión."
La raíz indígena y afro atraviesa su música. “Más que resistencia, lo que hago es reconexión. Venimos de culturas que fueron tapadas por una educación europeizante. Para mí fue importante destapar esa tierra e ir hacia comunidades que no tienen llegada mediática. Ahí descubrí que muchas cosas que ya tenía incorporadas —como tomar mate, que es un invento guaraní— vienen de esas raíces”.
La tecnología, para él, nunca es el fin: “Lo electrónico es una herramienta. Yo digo algo polémico: para mí la música electrónica no existe. Es como decir música de guitarra: con una guitarra podés hacer tango, bossa o punk. Lo digital tiene que estar al servicio de un concepto, no avasallar el mensaje de los pueblos que inspiran mi música”.
Nación Ekeko también es viaje y comunidad: “Me encanta que a veces piensen que soy de Colombia o Bolivia, porque eso habla de cómo resuena la música. Yo quería viajar por Latinoamérica no solo para mostrar lo mío, sino para nutrirme, conocer referentes, colaborar con músicos de comunidades. El Ekeko es el viajero que trae y se lleva: esa idea me guía”.
En escena, su propuesta se vuelve un ritual abierto. “Trabajo con loops electrónicos y con instrumentos acústicos, pero me permito improvisar. Uso también el Sonolumas, un controlador inalámbrico que me deja manipular sonidos con las manos en el aire. Y a eso se suma una apuesta visual muy potente con Tato Aráoz. La idea es invitar a un viaje donde la música se completa con la energía de la gente”.
No te pierdas el show de Nación Ekeko: revisá las fechas y sacá tu entrada en Alpogo.